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sábado, 8 de enero de 2011

The Other Man


Género: Drama

País: Reino Unido – Estados Unidos

Año: 2008

Dirección: Richard Eyre

Los defensores quedaron atrás, tu compañero y vos van solos para el arco, 36 minutos del segundo tiempo. Tu compañero patea y el arquero no llega a la pelota, el esférico pega en el palo y se dirige despacio y sin apenas rotación en tu dirección. 56 centímetros te separan del balón, y 1.78 metros a éste del arco. Tomás envión y lo medís. Al instante sale despedido un furioso puntinazo destinado a perforar la portería del adversario. Pero algo ocurre (probablemente un fallo en una no muy entrenada coordinación) y el bravo puntinazo impacta en el césped. El balón es rozado por el pie y pasa unas cuantas decenas de centímetros del palo del arco contrario, saliendo de la cancha. Una frustración enorme emerge de tu ser, condimentada por la anticipación del daño (emocional, en el mejor de los casos) que pronto recibirás de parte de tus compañeros. Es que esas cosas pasan. Hay ocasiones en las que uno tiene todo para convertir el tanto ganador, pero la pifia.

Algo similar parece suceder en el cine. Se puede tener una idea interesante, buenos actores y el presupuesto para realizarla. Si encima el tono que se le pretende dar es dramático minimalista, el peso recae en gran medida sobre los actores y sólo se requiere un pulso firme en la dirección. Era mas fácil hacerlo que errarlo. Pero Richard Eyre lo erró.

Y es una pena, porque tiene dos o tres escenas que te dejan pensando, porque están muy conseguidas. Y la trama parece interesante a priori: un esposo descubre la infidelidad de la mujer que lo dejó y busca al hombre que lo hizo cuernudo del otro lado del mundo. Las diferencias entre ellos son enormes, y la ausencia de la mujer para dar cuenta de lo que vió en cada uno, da mucho juego. Incluso llegamos a cuestionarnos quién es realmente el otro hombre. Los actores están muy bien (es conocida mi debilidad por Liam Neeson), en especial las pocas escenas en las que aparece “ella”, Laura Linney, que como siempre está genial. El que a lo mejor desentona un poco es Antonio Banderas, que en general la pilotea pero tiene una preocupante tendencia a sobreactuar.

El tema es que el guión es asqueroso. Tiene unos diálogos que dan vergüenza ajena de lo ridículos que son, surrealistas e inverosímiles las situaciones en las que coloca a los personajes y el tempo está totalmente… ¿mal? Me explico, falla al darle tristeza y melancolía a los momentos en los se supone que debemos sentir pena. No son lo suficientemente pausados. El frenetismo y la desesperación están mejor conseguidos, pero en estas ocasiones el histrionismo se dispara hasta la estratósfera y no nos creemos que alguien enojado de ese gritito o que alguien ofendido haga ponga esa caripela.

Un intento requetefallido. En el próximo pan y queso lo dejamos a Richard de suplente. A lo sumo de arquero, como el amargo que es.



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